martes, 31 de diciembre de 2013

Diagnóstico prenatal y aborto eugenésico

Enlace

La Navidad eres tú

"La Navidad suele ser una fiesta ruidosa: nos vendría bien un poco de silencio, para oír
la voz del Amor.

Navidad eres tú, cuando decides nacer de nuevo cada día y dejar entrar a Dios en
tu alma. El pino de Navidad eres tú, cuando resistes vigoroso a los vientos y dificultades
de la vida. Los adornos de Navidad eres tú, cuando tus virtudes son colores que adornan
tu vida. La campana de Navidad eres tú, cuando llamas, congregas y buscas unir. Eres
también luz de Navidad, cuando iluminas con tu vida el camino de los demás con la
bondad, la paciencia, alegría y la generosidad. Los ángeles de Navidad eres tú, cuando
cantas al mundo un mensaje de paz, de justicia y de amor. La estrella de Navidad eres
tú, cuando conduces a alguien al encuentro con el Señor. Eres también los reyes Magos,
cuando das lo mejor que tienes sin importar a quien. La música de Navidad eres tú
cuando conquistas la armonía dentro de ti. El regalo de Navidad eres tú, cuando eres de
verdad amigo y hermano de todo ser humano. La tarjeta de Navidad eres tú, cuando la
bondad está escrita en tus manos. La felicitación de Navidad eres tú, cuando perdonas
y restableces la paz, aun cuando sufras. La cena de Navidad eres tú, cuando sacias
de pan y de esperanza al pobre que está a tu lado. Tú eres, sí, la noche de Navidad,
cuando humilde y consciente, recibes en el silencio de la noche al Salvador del mundo
sin ruidos ni grandes celebraciones; tú eres sonrisa confianza y de ternura, en la paz
interior de una Navidad perenne que establece el Reino dentro de ti. Una muy Feliz
Navidad para todos los que se parecen a la Navidad".

Papa Francisco, Navidad 2013

domingo, 22 de diciembre de 2013

Foro de la Familia: Sobre la nueva Ley del aborto (España)

El Foro de la Familia valora positivamente el Anteproyecto de Ley aprobado hoy en el Consejo de Ministros que sustituirá a la “Ley del aborto”

“No se corresponde al cien por cien con nuestro ideal en la materia, pero objetivamente supone una mejora sustancial respecto a la situación actual creada por la Ley de 2010 que se va a derogar”.

El Foro de la Familia  destaca los siguientes aspectos sobre la Ley:
  1. Hace visible legalmente al concebido aún no nacido como uno de nosotros.
  2. Sustituye totalmente la ley de 2010 y sus ideas directrices por un marco legal  nuevo y más respetuoso con el derecho a la vida y el derecho de la mujer a ser madre.
  3. No se limita a volver a la ley de 1985 sino que es más respetuosa con la vida y la mujer de lo que lo era aquella vieja ley, aunque vuelva a su esquema conceptual jurídico-constitucional.

“El modelo legal que defiende el Foro es el de una legislación que proteja siempre y sin excepción alguna al concebido y no nacido y su derecho a la vida y el derecho de toda embarazada a ser madre contando con los apoyos que necesite para superar cualquier situación problemática”.

“Cuando se apruebe esta ley, el Foro seguirá trabajando para conseguir una ley aún más respetuosa con el derecho a la vida y no cejaremos en el empeño hasta que en España no haya ni un aborto y ninguna mujer embarazada esté sola ante sus problemas y sin respaldo para ser madre”.

Madrid 20 de diciembre de 2013.- A la luz de las explicaciones dadas por el Ministro de Justicia en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros sobre los contenidos del Anteproyecto, el Foro de la Familia valora positivamente el Anteproyecto de Ley aprobado hoy en el Consejo de Ministros que sustituirá a la “Ley del aborto”. En palabras del Presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, “el Anteproyecto que hemos conocido hoy es un paso muy importante hacia una legislación comprometida con el derecho a la vida del concebido y con el derecho de la mujer a ser madre. No se corresponde al cien por cien con nuestro ideal en la materia, pero objetivamente supone una mejora sustancial respecto a la situación actual creada por la Ley de 2010 que se va a derogar”.

El Presidente del Foro de la Familia añadió que “con esta iniciativa, el Partido Popular (PP) y el Gobierno hacen honor a su compromiso electoral en la materia y se adecuan a lo exigido por el Tribunal Constitucional (TC) en su sentencia de 1985 sobre el aborto”.

El Foro de la Familia resalta los siguientes aspectos positivos del Anteproyecto:

1)            Hace visible legalmente al concebido aún no nacido como uno de nosotros.

-                      En el propio título de la ley que se denomina ‘Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer’.

-                      En al articulado, al derogar el sistema de plazos que convertía al nasciturus en algo irrelevante jurídicamente durante sus primeras 14 semanas de vida.

-                      Al exigir que el asesoramiento y la información previa a un posible aborto tenga como finalidad la protección de la vida, tanto de la mujer como del no nacido.

-                      Al suprimir el llamado “aborto eugenésico”.

2)            Sustituye totalmente la ley de 2010 y sus ideas directrices por un marco legal  nuevo y más respetuoso con el derecho a la vida y el derecho de la mujer a ser madre.

-                      Al preveer la derogación íntegra de la ley orgánica 2/2010

-                      El aborto deja de ser considerado como un derecho.

-                      Las menores de edad dejan de estar desprotegidas frente al aborto y se restablece la patria potestad con todas sus consecuencias en esta materia.

-                      Se recupera la protección jurídica del derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario.

-                      Centra la represión penal no en la mujer sino en los profesionales que practican abortos violando la Ley, opción que es muy acertada.

3)            No se limita a volver a la ley de 1985 sino que es más respetuosa con la vida y la mujer de lo que lo era aquella vieja ley, aunque vuelva a su esquema conceptual jurídico-constitucional.

-                      De los tres supuestos despenalizados en 1985, desaparece uno: el eugenésico.

-                      En la comprobación del supuesto terapéutico introduce exigencias nuevas (dos informes, que habrán de ser motivados y de especialistas en la patología singular de la embarazada en el caso concreto y ajenos laboral y profesionalmente a la entidad en que se practique el aborto.

-                      Regula en clave de protección la objeción de conciencia.

-                      Regula con detalle la información y asesoramiento a la embarazada y lo hace en clave de protección a la vida.

A pesar de esta valoración positiva de la reforma, el Presidente del Foro de la Familia deja muy claro que “esta ley no es nuestra ley. El modelo legal que defiende el Foro es el de una legislación que proteja siempre y sin excepción alguna al concebido y no nacido y su derecho a la vida y el derecho de toda embarazada a ser madre contando con los apoyos que necesite para superar cualquier situación problemática”. El presidente del Foro de la Familia afirma que “cuando se apruebe esta ley, el Foro seguirá trabajando para conseguir una ley aún más respetuosa con el derecho a la vida y no cejaremos en el empeño hasta que en España no haya ni un aborto y ninguna mujer embarazada esté sola ante sus problemas y sin respaldo para ser madre”.

El Foro de la Familia va a proponer al Gobierno en el trámite de consultas que ahora se abre varias mejoras en el texto del anteproyecto. Según Benigno Blanco: “Aún en su esquema intelectual –que no es el del Foro de la Familia- el anteproyecto parece tener carencias que convendría corregir antes de convertirlo en el Proyecto de Ley definitivo”.

Entre estos aspectos a modificar, el presidente del Foro de la Familia citó los siguientes:

a.                   Los médicos que emiten el informe previo para el aborto terapéutico (o, al menos, uno de ellos)deberían ser siempre funcionarios o empleados del sistema nacional de salud para garantizar su total independencia y la objetividad de su informe.

b.                   El Estado no debe financiar el aborto que no debe formar parte de la cartera básica del sistema nacional de salud.

c.                   El derecho de objeción de conciencia debe poder ejercitarse sin necesidad de que la objeción de conciencia sea declarada anticipadamente por el interesado.


d.                   La ley debe prever  políticas activas de apoyo a la maternidad.

Benigno Blanco hizo la siguiente valoración global resumida:

1.       “Este Proyecto de Ley no es el proyecto del Foro de la Familia, pero es un paso adelante en la buena dirección muy importante”.

2. “Valoramos especialmente que derogue la ley de 2010 íntegramente, que suprima el llamado “sistema de plazos”, que restablezca la protección de los portadores de minusvalías frente al “aborto eugenésico”, que exija más seriedad en la comprobación del “supuesto terapéutico, que proteja la objeción de conciencia del personal sanitario, que establezca un sistema de información y asesoramiento a la mujer embarazada en clave de protección a la vida del nasciturus, que vuelva a proteger a las menores de edad frente al aborto restableciendo la presencia y derechos de los padres y tutores”.

3. “Con este proyecto el PP cumple su compromiso electoral”.

4. “Es un primer paso –insuficiente, pero relevante- para conseguir llegar al objetivo irrenunciable para el Foro de la Familia: un país sin abortos, una nación con leyes que protejan siempre y sin excepción alguna la vida del nasciturus y el derecho de toda mujer a ser madre”.

5. “Valoramos muy positivamente que España se sume a los países que están viviendo un proceso de recuperación del compromiso con el derecho a la vida como es el caso de los EEUU de Norteamérica y muchos otros países de América Latina y la Europa excomunista”.

6. “Creemos necesario que el anteproyecto sea mejorado en el trámite actual o en el parlamentario en los aspectos antes citados”.




Carmen González
Responsable de Comunicaciónprensa@forofamilia.org
91 510 51 40 / 618 614 294
Foro Español de la Familia
Skyp: Comunicación Foro Español de la Familiawww.forofamilia.org

viernes, 20 de diciembre de 2013

Tú puedes brillar

Anuncio extraordinario: vídeo breve

Pensamientos sobre la Navidad

El deseo eficaz de una feliz Navidad debería ir acompañado de unas cuantas claves que la hagan posible en la práctica, independientemente de los sucesos externos, que poco o nada tienen que ver con la verdadera y auténtica felicidad.
Pretendo ofrecer por lo tanto, diez claves para una felicidad real en estas fiestas, y a lo largo del año 2014:
1.           La felicidad es una puerta, que por suerte, se abre hacia afuera.
2.       Sólo es posible ser feliz cuando no se tiene todo y sabemos amar lo que tenemos.
3.           El que no sabe ser feliz en lo pequeño de cada día no lo será nunca.
4.           Buscar la felicidad es señal de no tenerla. Dícese de un príncipe que reunió en su corte una asamblea de sabios para que cada uno ofreciese una propuesta acerca de cómo alcanzar la felicidad. Uno de los doctos la cifraba en los gustos. Otro, en un agregado de todos los bienes, honras, placeres, riquezas, poder, mando, salud, sabiduría, hermosura, gentileza, dicha y amigos con quién gozarlo. Un tercero, en cambio, en no desear nada. Uno distinto decía que es feliz el que antes fue desdichado. Aún otro, que sólo el que sabe es feliz. El siguiente añadió que no se suele ver la alegría en el rostro del sabio… Por fin, aprovechando una pausa, el loco o bufón de la corte –que nunca falta- añadió: “De verdad, señor, que estos vuestros sabios son unos grandes necios, pues andan buscando por la tierra lo que está en el cielo. Y dicho esto, que no fue poco, dio las puertas afuera.” “Gracián. El Criticón”.
5.        La clave de la felicidad no está en su actual posesión, sino más bien en la esperanza. Como todavía no somos lo que seremos, esperamos ser felices.
6.           ¡Dime qué vida llevas y te diré qué felicidad esperas!
7.      La felicidad consiste en la posesión de lo que conviene más adecuadamente sin temor a perderlo.
8.           La corona de la felicidad es la alegría.
9.   Sólo quién sabe ser feliz en el día a día de su vida podrá ser feliz eternamente.
10.      Sin visión sobrenatural la felicidad es una utopía.
En definitiva, para poder ser feliz en estas fiestas, en el año próximo y siempre, tenemos que ser capaces de aprender a disfrutar de todo aquello que se nos da, sabiendo valorar que resulta ser infinitamente más de lo que nosotros podemos dar, en nuestra precaria indigencia.
Espero que este pensamiento de fondo sobre la felicidad, te permita jugar todo a partir de ahí y así ser feliz, ahora con la relativa felicidad de esta tierra y después… para siempre.

De un ejecutivo con visión cristiana de la vida.

Sobre los diez tópicos abortistas más frecuentes

Argumentario

Ayudar a morir es también acompañar y escuchar

Artículo

El aborto no es un derecho humano en Europa

Artículo

El cerebro tiene sexo

Artículo de Natalia López Moratalla.

martes, 10 de diciembre de 2013

lunes, 9 de diciembre de 2013

Baja la demografía en España

“La solución a la caída de la natalidad pasa, entre otras cosas, por la defensa de la familia y la implementación de políticas públicas que supongan un trato de favor y un apoyo solidario a la mujer embarazada y la maternidad”.

“Sin familias estables  es muy difícil que se produzca una recuperación sólida y cuantitativamente relevante de la natalidad”.

Madrid 28 de noviembre de 2013.- La proyección de población hecha pública por el Instituto Nacional de Estadística (INE) hace unos días, refleja que España puede llegar a perder hasta 2,6 millones de habitantes en los próximos 10 años y que en 2017 las defunciones superarán a los nacimientos por primera vez. Los datos manifiestan una vez más, que la situación demográfica que atraviesa España puede llegar a ser muy crítica si no se empiezan a implementar medidas que ayuden de forma efectiva a paliar esta situación.

Estos datos sobre los que el INE llama la atención son consecuencia de distintos fenómenos como la caída de la natalidad, la disminución de la nupcialidad, las dificultades para la conciliación, la extensión de la anticoncepción y el aborto, las consecuencias sociales de la propia crisis económica, etc., sobre las que inciden las políticas públicas. Resulta por ello imprescindible en España una reflexión sobre la redefinición de aquellas políticas públicas que inciden en la natalidad a fin de intentar coadyuvar a poner freno y en su caso revertir un fenómeno tan preocupante que, de mantenerse, provocará en el corto plazo que la mayoría de las comunidades españolas vean mermada su población.

El Foro de la Familia solicita al Gobierno que cree una comisión de expertos que analice este fenómeno consolidado de declive demográfico en España, que estudie las medidas que se están adoptando en otros países europeos para hacer frente a problemas similares y que haga una propuesta de iniciativas a adoptar para evitar que se consolide en el tiempo esta anunciada pérdida de población.

En este sentido, el presidente del Foro de la Familia, Benigno Blanco, ha destacado que “la solución a la caída de la natalidad pasa, entre otras cosas, por la defensa de la familia y la implementación de políticas públicas que supongan un trato de favor y un apoyo solidario a la mujer embarazada y la maternidad. Sólo con políticas públicas y leyes no se arreglará este problema, pero las políticas públicas y las leyes pueden ayudar a crear un ambiente más favorable a la recuperación de la natalidad”.

Respecto al elevado número de rupturas matrimoniales, el presidente del Foro de la Familia ha aprovechado para recordar  que éste “ es un fenómeno muy preocupante pues, más allá del fracaso y drama personal que para los miembros de la familia supone una ruptura, un número tan alto y en continuo crecimiento de rupturas matrimoniales genera una dinámica de inestabilidad social, de empobrecimiento femenino y desestabilización de la solidaridad primaria que sustenta la sociedad que deberían ser considerados problemas sobre los que tenemos que reflexionar y a los que hay que buscar solución. Sin familias estables  es muy difícil que se produzca una recuperación sólida y cuantitativamente relevante de la natalidad”.

El Foro de la Familia llama a una reflexión profunda sobre estos datos y solicita medidas eficaces que realmente ayuden a invertir nuevamente la pirámide demográfica en España.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Infancia, familia, vida



Nací en un mundo feliz en el que una madre y un padre se unían para toda la vida y protegían a sus hijos. En la infancia, no sólo mi familia sino toda la calle era feliz. El frutero, un tipo francamente simpático, era un destacado representante de la alegría de mi barrio. En navidades, las angulas no tenían un precio prohibitivo como ahora. Las cenas familiares eran muy ricas y entrañables, aunque entre sus ingredientes estuviera el poco agraciado “cardo”, por alguna tendencia culinaria histórica, algo injusta.

          Los hijos de los vecinos de distintos pisos nos reuníamos a jugar a las chapas, con las que hacíamos fantásticos campeonatos de fútbol: dos equipos de once chapas, dos porterías y un garbanzo por balón. Cuando las chapas se forraban con las telas de diversas selecciones nacionales, nuestro entusiasmo era incontenible. En aquél fútbol ancestral lo verdaderamente importante era participar.

          Los días y las noches transcurrían en una seguridad familiar tan maravillosa como inconsciente. Hasta los periodos de enfermedades infantiles tenían el encanto de unas confortables horas de sueño o de lectura de tebeos. Algún libro caía entre las manos: lo más importante siempre eran los  dibujos y la portada. La mágica noche de Reyes Magos, con su embrujo y  encanto, era incluso superior al venturoso descubrimiento de los juguetes a la mañana siguiente.

          El colegio debía tener su componente latoso, pero tras terminar las vacaciones de verano se llegaba a la escuela con verdadera ilusión por volver a ver a los compañeros. Aunque, realmente, las vacaciones eran mejores. En una familia de clase media, como la mía, íbamos a veranear a un pueblo de la sierra de Madrid. Atrapar ranas en las charcas, ir en busca de unos pájaros llamados verdines y subir agrestes peñas, era el ejercicio preferido de nuestros músculos infantiles. Resulta asombroso como, en pleno verano y nada más comer, se organizaban unos apasionantes partidos de fútbol, donde corríamos de lo lindo sin cortes de digestión ni desvanecimientos. Algunas mañanas estivales se iniciaban a la una del mediodía, al abrir las contraventanas de la habitación que dejaban paso a una intensa y diamantina luz.

          Todo este muestrario de felicidades tenía algún contrapunto. Recuerdo como en una carrera de bicicletas por la urbanización serrana, sufrí un encontronazo directo contra una valla. Los rasponazos y la sangre eran sin duda desagradables, pero tenían su lado estimulante. A los pocos minutos uno estaba listo para volver a la carga. También era posible que la lesión implicara más trámites. Por ejemplo, si uno se descalabraba al caer de espaldas contra una pared rugosa, no había más remedio que acudir al médico para coser la cabeza herida.

          De vuelta al colegio no todo eran parabienes. En cierta ocasión, teniendo unos seis años, un buen profesor nos dio a unos cuantos alumnos un par de bofetadas por mal comportamiento. Aquél tipo hubiera sido recordado como un gran profe, sino fuera por haber cometido ese error. En fin, eran épocas en las que se consideraba que un par de bofetadas a tiempo, o a destiempo, pueden venir bien. Sinceramente pienso que no es así.

          Vivíamos en un mundo en el que no nos faltaba nada de lo necesario, donde mandaban los buenos, y en el que nuestras tareas escolares y juegos colmaban nuestras aspiraciones. Alguna pequeña tragedia podía verse cuando una mujer dejaba por primera vez a su hijo pequeño en manos de una profesora de párvulos, momento en el que el chiquillo gritaba como un descosido al verse separado de su madre. Se trataba de separaciones muy pasajeras, porque la separación definitiva de una madre y su hijo, si es que puede existir, es algo muy doloroso.

          No había ordenadores y las canicas ocupaban un lugar destacado en los pasatiempos entre amigos, y entre padre e hijos. Una tarde de gala era la dedicada a ir al cine, donde para un niño de entonces ver una película de dibujos animados de Walt Disney, como “La dama y el vagabundo” o “Ciento un dálmatas”, se aproximaba a la felicidad navideña. Tampoco sería justo olvidar el papel del intercambio de cromos entre los compañeros de colegio. Aquellas pegatinas codiciadas, que coloreaban los álbumes, podían considerarse como oro en paño para los jóvenes coleccionistas.

          Todas estas cosas han sido conocidas y vividas por millones de personas. Pero si no se recuerdan, pueden olvidarse en nuestro mundo de hoy. En aquellos tiempos, cuyo recuerdo no pretendo que sea un ejercicio de nostalgia, estaba lleno de personas con almas grandes, engalanadas con la fantástica policromía del hogar, aquel lugar al que de alguna manera se vuelve si se salva el alma.

          En ese mundo infantil, el misterio del dolor hacía inesperado acto de presencia con el mazazo de la muerte de algún ser querido, como un abuelo. El nieto se queda entonces sin palabras, tiende a no pensar, a pasar página y a olvidarse si pudiera. Los pensamientos del chaval sobre la muerte son demasiado frágiles ante la densidad de la vida, pero comienzan a formar parte de su espíritu humano. Las oraciones del niño, repletas de sencillez, tienen su lógica: la de un ser minúsculo en un universo gigantesco. Pero un ser cuyo chispazo racional y afectivo vale más que todas las galaxias, ¿no lo creen así?

          Toda una corte de tíos, tías, primos y primas rodeaba, en una segunda muralla, a la ciudadela interior de padres y hermanos, en la que no entraban cocodrilos por el foso; ésos llegan en la adolescencia, una edad que se puede estar prolongando en las últimas décadas. La primera juventud, desde los doce a los dieciocho años más o menos, no se reduce al consabido cóctel de pubertad, crisis de identidad, afán de figurar, tensiones familiares y diversos enamoramientos. El núcleo de la cuestión, a mi juicio, está en el ejercicio o negación de la generosidad: en la voluntad de dirigir la vida hacia horizontes de grandeza o, por el contrario, hacia satisfacciones baratas. Existe una frase interesante que, aunque no haya que tomársela al pie de la letra, da que pensar: “el que de los dieciséis a los diecinueve años no hace una cosa grande en su vida, ya no la hace nunca”.



Educación en el respeto a la vida

Al tener inteligencia, la persona humana es capaz de comprender la realidad, de modificarla en función de su interés, de establecer relaciones inteligentes con sus semejantes y de ir gradualmente comprendiéndose a sí mismo. De las múltiples facetas que podríamos desarrollar sobre la inteligencia, quisiera destacar una: la capacidad de ponernos en el lugar de los demás. Esta capacidad es notoriamente significativa para el tema que estamos tratando. No es de recibo ignorar la vida del no nacido, cuando todos y cada uno de nosotros hemos pasado por su misma situación. ¿Dejábamos de ser criaturas humanas por el simple hecho de que no nos vieran la cara? Ciertamente uno puede taparse los oídos o no hacer caso de esta reflexión, pero a costa de rebajar su categoría moral y lesionar su dignidad personal.

Reforcemos nuestra propuesta con un poco de filosofía. Aristóteles decía que “el ser se dice de muchas maneras”. El parecido entre el ser humano y una piedra, por ejemplo, está al menos en la existencia. El ser es un término que admite mayor gradualidad que la existencia: hay seres más importantes que otros. No somos grandes vegetales ni pequeños dioses, somos hombres.

La palabra ser parece poco sugerente. Sin embargo, todo ser, además de un orden y un sentido, tiene una verdad. La palabra verdad ya es más inquietante. Aristóteles dice también que “el hombre es en cierta manera todas las cosas”. Los hombres poseemos la capacidad de albergar ideas, incluso de representar la realidad del cosmos en seis letras. Somos capaces de comprender algo: de ponernos en su lugar, como ya hemos dicho. Hasta el siglo XV los hombres pensaban que era el sol el que se movía alrededor de la tierra; sin embargo resulta que es al revés, pese a que nuestra evidencia visual nos dice lo contrario.

Pongamos más ejemplos de racionalidad. Un buen jugador de ajedrez no es sólo el que piensa en la próxima jugada que él va a hacer, sino en por qué el contrincante ha hecho su último movimiento. Un buen conductor no atiende tan sólo a lo que él hace, sino también a lo que hacen los otros en la carretera. Ponerme en el lugar de los demás es una actitud donde inteligencia y moralidad confluyen.
El hecho de ser racionales nos posibilita para ser morales. Cada persona con su vida se la juega: puede ser un santo, un mediocre o un delincuente. Contribuirá a hacer felices a otros o a hacerles sufrir. Intentará mejorar el mundo o empeorarlo. Por eso cada persona es valorada por sí misma; porque su vida no está determinada absolutamente por sus instintos, sino que es libre de hacer el bien o el mal.

          Aristóteles pone un ejemplo significativo. Pertenece a la naturaleza del fuego el tender hacia arriba. Pero si una campana de cristal se lo impide, mientras no se extinga, ¿deja de ser fuego?...No, porque la naturaleza existe por la capacidad de ejercitar los actos que le son propios y no porque de hecho los ejerza en acto. La racionalidad no existe únicamente cuando se ejercita. Nadie diría que dejamos de ser personas cuando dormimos o si, por un accidente grave, pasamos un tiempo en coma. Se es racional no sólo por hacer actos racionales, sino por tener capacidad de hacerlos en un futuro o por haber tenido esa facultad, aunque ya no se pueda ejercitar por cualquier impedimento físico o psíquico. Despreciar a la persona humana porque está gravemente enferma, o vieja, o indefensa y no nacida en el seno de su madre, es un acto de inhumanidad que será mejor comprendido con las siguientes reflexiones.

          Una persona representa a todo el género humano. Cuando alguien atiende a un necesitado por la calle, todos los que lo vemos nos sentimos edificados. Esto ocurre porque esa persona que se encuentra en apuros podría ser cualquiera de nosotros mismos. Lo que se hace con una persona, para bien o para mal, de alguna manera se hace con toda la humanidad. Si mi comportamiento es el adecuado con mis semejantes, puedo convivir conmigo mismo. Si desprecio u odio a los que me rodean no puedo ser feliz, porque así no puedo amarme a mi mismo. Aunque consiga satisfacciones materiales en abundancia, el corazón no puede albergar descanso porque la naturaleza racional lo impide. Por este motivo la regla de oro de la ética afirma que debes tratar a los demás cómo quieres que te traten a ti mismo.

Ser capaces de comprender cada realidad, con sus limitaciones, en armonía con el universo supone reconciliarse con el mundo. Cuentan de una mendiga a la que alguien regaló una rosa y, como consecuencia, dejó de mendigar. Hacerse cargo de la miseria humana, no olvidando la propia, es ser más hombre o más mujer. Atreverse a entrar en “el concierto para violines desafinados”, del que escribió el psiquiatra Vallejo-Nájera, supone  levantar al deprimido, reconfortar a la persona que quizás con no mucha edad está ya partida por el eje, o comprender la grandeza de la vida de un anciano. La misericordia es la actitud más inteligente que la persona puede adoptar porque, entre otros motivos, no hay nada que llene de tanto sentido como ella.

La vida del niño no nacido merece respeto y cuidado, aunque su existencia no estuviera prevista ni sea deseada. Aunque nadie nos deseara, cualquiera de nosotros tiene derecho a vivir, incluso ocasionando molestia y fastidio a los demás. Sin embargo, qué pronto suele cambiar la opinión cuando se ve la sonrisa del hijo, que antes permanecía oculta pero expectante tras el velo materno.

El embrión es el ser humano máximamente dependiente, totalmente necesitado. Rechazar este tipo de planteamientos acusándolos de ñoños o de extremistas es un error que supone la destrucción arbitraria de muchas vidas humanas. Una sociedad que no defiende la vida humana embrionaria o intrauterina fomenta  anteponer la calidad de vida a la vida de calidad; cambia la maternidad incondicional por una satisfacción selectiva de la vida, dejando a otros hijos en la estacada.

La categoría moral de una persona, y de un pueblo, se revela en el trato que ofrece a sus miembros más desfavorecidos. En la familia se valora a cada miembro más por lo que es que por lo que vale o lo que tiene. El planteamiento familiar no es totalmente trasladable al conjunto de la sociedad, pero la civilización occidental ha venido desarrollando desde hace veinticinco siglos la noción de dignidad de la persona, la valoración de ella por sí misma y no sólo por el beneficio que pueda producir. Una sociedad que cuida a sus miembros más indefensos constituye un mundo en el que es grato vivir y en el que uno se siente satisfecho y orgulloso de su nación, el lugar en el que uno nace.




Racionalidad y respeto a la vida

Al tener inteligencia, la persona humana es capaz de comprender la realidad, de modificarla en función de su interés, de establecer relaciones inteligentes con sus semejantes y de ir gradualmente comprendiéndose a sí mismo. De las múltiples facetas que podríamos desarrollar sobre la inteligencia, quisiera destacar una: la capacidad de ponernos en el lugar de los demás. Esta capacidad es notoriamente significativa para el tema que estamos tratando. No es de recibo ignorar la vida del no nacido, cuando todos y cada uno de nosotros hemos pasado por su misma situación. ¿Dejábamos de ser criaturas humanas por el simple hecho de que no nos vieran la cara? Ciertamente uno puede taparse los oídos o no hacer caso de esta reflexión, pero a costa de rebajar su categoría moral y lesionar su dignidad personal.

Reforcemos nuestra propuesta con un poco de filosofía. Aristóteles decía que “el ser se dice de muchas maneras”. El parecido entre el ser humano y una piedra, por ejemplo, está al menos en la existencia. El ser es un término que admite mayor gradualidad que la existencia: hay seres más importantes que otros. No somos grandes vegetales ni pequeños dioses, somos hombres.

La palabra ser parece poco sugerente. Sin embargo, todo ser, además de un orden y un sentido, tiene una verdad. La palabra verdad ya es más inquietante. Aristóteles dice también que “el hombre es en cierta manera todas las cosas”. Los hombres poseemos la capacidad de albergar ideas, incluso de representar la realidad del cosmos en seis letras. Somos capaces de comprender algo: de ponernos en su lugar, como ya hemos dicho. Hasta el siglo XV los hombres pensaban que era el sol el que se movía alrededor de la tierra; sin embargo resulta que es al revés, pese a que nuestra evidencia visual nos dice lo contrario.

Pongamos más ejemplos de racionalidad. Un buen jugador de ajedrez no es sólo el que piensa en la próxima jugada que él va a hacer, sino en por qué el contrincante ha hecho su último movimiento. Un buen conductor no atiende tan sólo a lo que él hace, sino también a lo que hacen los otros en la carretera. Ponerme en el lugar de los demás es una actitud donde inteligencia y moralidad confluyen.
El hecho de ser racionales nos posibilita para ser morales. Cada persona con su vida se la juega: puede ser un santo, un mediocre o un delincuente. Contribuirá a hacer felices a otros o a hacerles sufrir. Intentará mejorar el mundo o empeorarlo. Por eso cada persona es valorada por sí misma; porque su vida no está determinada absolutamente por sus instintos, sino que es libre de hacer el bien o el mal.

          Aristóteles pone un ejemplo significativo. Pertenece a la naturaleza del fuego el tender hacia arriba. Pero si una campana de cristal se lo impide, mientras no se extinga, ¿deja de ser fuego?...No, porque la naturaleza existe por la capacidad de ejercitar los actos que le son propios y no porque de hecho los ejerza en acto. La racionalidad no existe únicamente cuando se ejercita. Nadie diría que dejamos de ser personas cuando dormimos o si, por un accidente grave, pasamos un tiempo en coma. Se es racional no sólo por hacer actos racionales, sino por tener capacidad de hacerlos en un futuro o por haber tenido esa facultad, aunque ya no se pueda ejercitar por cualquier impedimento físico o psíquico. Despreciar a la persona humana porque está gravemente enferma, o vieja, o indefensa y no nacida en el seno de su madre, es un acto de inhumanidad que será mejor comprendido con las siguientes reflexiones.

          Una persona representa a todo el género humano. Cuando alguien atiende a un necesitado por la calle, todos los que lo vemos nos sentimos edificados. Esto ocurre porque esa persona que se encuentra en apuros podría ser cualquiera de nosotros mismos. Lo que se hace con una persona, para bien o para mal, de alguna manera se hace con toda la humanidad. Si mi comportamiento es el adecuado con mis semejantes, puedo convivir conmigo mismo. Si desprecio u odio a los que me rodean no puedo ser feliz, porque así no puedo amarme a mi mismo. Aunque consiga satisfacciones materiales en abundancia, el corazón no puede albergar descanso porque la naturaleza racional lo impide. Por este motivo la regla de oro de la ética afirma que debes tratar a los demás cómo quieres que te traten a ti mismo.

Ser capaces de comprender cada realidad, con sus limitaciones, en armonía con el universo supone reconciliarse con el mundo. Cuentan de una mendiga a la que alguien regaló una rosa y, como consecuencia, dejó de mendigar. Hacerse cargo de la miseria humana, no olvidando la propia, es ser más hombre o más mujer. Atreverse a entrar en “el concierto para violines desafinados”, del que escribió el psiquiatra Vallejo-Nájera, supone  levantar al deprimido, reconfortar a la persona que quizás con no mucha edad está ya partida por el eje, o comprender la grandeza de la vida de un anciano. La misericordia es la actitud más inteligente que la persona puede adoptar porque, entre otros motivos, no hay nada que llene de tanto sentido como ella.

La vida del niño no nacido merece respeto y cuidado, aunque su existencia no estuviera prevista ni sea deseada. Aunque nadie nos deseara, cualquiera de nosotros tiene derecho a vivir, incluso ocasionando molestia y fastidio a los demás. Sin embargo, qué pronto suele cambiar la opinión cuando se ve la sonrisa del hijo, que antes permanecía oculta pero expectante tras el velo materno.

El embrión es el ser humano máximamente dependiente, totalmente necesitado. Rechazar este tipo de planteamientos acusándolos de ñoños o de extremistas es un error que supone la destrucción arbitraria de muchas vidas humanas. Una sociedad que no defiende la vida humana embrionaria o intrauterina fomenta  anteponer la calidad de vida a la vida de calidad; cambia la maternidad incondicional por una satisfacción selectiva de la vida, dejando a otros hijos en la estacada.



La categoría moral de una persona, y de un pueblo, se revela en el trato que ofrece a sus miembros más desfavorecidos. En la familia se valora a cada miembro más por lo que es que por lo que vale o lo que tiene. El planteamiento familiar no es totalmente trasladable al conjunto de la sociedad, pero la civilización occidental ha venido desarrollando desde hace veinticinco siglos la noción de dignidad de la persona, la valoración de ella por sí misma y no sólo por el beneficio que pueda producir. Una sociedad que cuida a sus miembros más indefensos constituye un mundo en el que es grato vivir y en el que uno se siente satisfecho y orgulloso de su nación, el lugar en el que uno nace.

Mujer, embrión y cuerpo

A la hora de justificar el aborto suele decirse que lo que se elimina no es un ser humano sino unas cuántas células. Es evidente que cualquier adulto es también un conjunto de células, pero ante todo es una persona. Además de los motivos antes expuestos, recordaremos que todo embrión  tiene codificada una estrategia de vida que va configurando la materia para formar un ser humano. Pero el embrión no podría formar un ser humano si él mismo no lo fuera. Un anciano ha sido adulto. Un adulto ha sido joven. Un niño ha sido embrión. Un anciano, por tanto, ha sido embrión. Dar importancia al carácter humano de la vida del embrión no es exagerado, porque defender la vida humana no es una exageración. No existen etapas prehumanas de la vida humana. La vida humana es un continuo cuya protección debe ser tutelada desde la concepción hasta su muerte natural.

Por esta realidad en el mismo instante en que surge el embrión -en la fecundación- surge actualmente toda la naturaleza humana y ya se es hombre o mujer. Por este motivo el término pre-embrión no tiene ningún significado real; es una pura convención sin base científica.

En el momento en que se produce la fecundación, se gesta la portentosa novedad de un nuevo código genético que va desarrollando una hoja de ruta planificada que trasciende a los propios genes, de un modo análogo a como el contenido de un ordenador trasciende al ordenador mismo. Esta estrategia de vida tiene capacidades racionales, que podrán ser expresadas en un futuro. Por ahora, va elaborando un organismo que será capaz de manifestar inteligencia más adelante. Como ya hemos explicado, la humanidad no se reduce a que ejercite tales acciones aunque se realice y perfeccione con ellas.

          Nadie sensato sostiene que un hombre de 120 kilos de peso es el doble de hombre que otro de 60 kilos. La naturaleza humana no se mide en una balanza. Tampoco justificaríamos a un astronauta asesino que lanzara una bomba atómica sobre una ciudad con la excusa de que no puede vernos. Ciertamente la cantidad de las cosas es importante pero más aún es la cualidad. Sería muy triste deshacerse de un cargamento de piedras polvorientas y, después, darse cuenta de que se trataba de diamantes en bruto. ¿Acaso no vale más la vida de un ser humano que el precio de cualquier piedra preciosa? Quizás sea bueno recordar ahora la frase de Quevedo “sólo el necio confunde valor y precio”.

          Otro de los lemas abortistas es el que reivindica que la mujer hace lo que quiere con su cuerpo. Se trata de una falacia porque el cuerpo del hijo, con su propio código genético, es distinto del de su madre aunque esté dentro de ella y sea dependiente.
         
Cuando el abortismo afirma que sexualidad no es maternidad está separando lo que se puede dar unido por naturaleza. Lo cierto es que sexualidad y procreación están unidas por naturaleza y separarlas artificialmente trae consigo efectos serios. La cirugía del aborto no solo es evidentemente negativa para el nonato, sino que es una ruptura cruenta en el proceso de la gestación natural, que puede atentar a la salud física de la madre de modo inmediato o mediato. Es también muy común, y bastante silenciado, el llamado síndrome postaborto que trae secuelas psicológicas y anímicas difíciles de superar. Existen también investigaciones solventes acerca de la influencia del aborto procurado en un mayor riesgo de cáncer de mama.

          Cuando, a lo largo de estas páginas, se exponen razones para defender la vida humana del no nacido, no existe un olvido de los derechos de la mujer. Sólo una persona severamente ingrata podría olvidarse de su madre, del respeto y la consideración que debe a su feminidad. Las ayudas a la maternidad deben ser una prioridad de las políticas sociales, que todavía tienen un amplio margen de mejora. Pero favorecer la práctica del aborto no es ir a favor de la mujer sino en su contra: matar a un hijo nunca beneficia a una madre, ni aunque ella lo pida. Tampoco parece sensato eludir la figura del padre y de su responsabilidad en la gestación de su hijo, que lo es tanto de él como de la mujer.
         
Otra de las razones esgrimidas para fomentar el aborto es que la mujer tiene derecho a decidir el número de hijos que desee tener. Está claro que esto no tiene contestación alguna, y que imponer una determinada cuota de maternidad sería propio de una represión inaceptable de la libertad de las parejas. Lo que ocurre es que este slogan oculta parte de la verdad, y parte importante. Cuando lo que se defiende es el “derecho a decidir” lo que realmente se pretende es el “derecho a decidir sobre la vida del hijo”. No existe un derecho a matar a ningún ser humano, por pequeño o gravoso que sea. El derecho supone la justicia y la justicia consiste en dar a cada uno lo suyo. Lo más propio del feto es su propia vida. Aunque esté en el seno materno, es un ser distinto de su madre. Igualmente distinto y dependiente será el bebé en su cuna y, aunque haya nacido hace pocas horas, no se permite que sus padres lo eliminen por muchas que sean las razones que atenúen esa muerte.

Otra causa del aborto son las malformaciones en el feto, pero suprimir esta vida, por lo que hemos razonado antes, sería algo análogo a privar de su vida a cualquier deficiente físico o psíquico. Detrás de esta postura se esconde la noción de calidad de vida en su versión puramente materialista.
         
La disyuntiva entre la vida de la madre o la del hijo es actualmente muy poco frecuente con los medios médicos de los que se disponen. El caso de violación es algo tremendo y lamentable. Médicamente está comprobado que es muy difícil en esas circunstancias la fecundación, pero no imposible. En cualquier caso el nuevo ser humano que surge es objetivamente inocente de lo ocurrido. La decisión de la mujer que acepta dar a luz a ese hijo es una medida –constatada- para superar las secuelas de esa odiosa violencia. Estas palabras pueden parecer a algunos intolerables, pero la realidad y las imágenes de las prácticas abortivas son mucho más intolerables.

El nonato no es un objeto sobre el que se tenga una propiedad absoluta. Se trata de una vida humana, la del propio hijo, que no es un artículo que se puede aceptar o rechazar. La consideración de la vida humana como objeto de posesión se basa en la lógica de la esclavitud. El hecho de que el concebido no pueda manifestarse, ni alegar nada en su defensa, no hace más que poner en evidencia el tremendo abuso que supone acabar con su vida.

Merece la pena reflexionar sobre el sentido de la generación humana. La sexualidad es una relación interpersonal que puede generar vida. Cuando se rompen los diques de contención del ejercicio de la sexualidad, toda esa energía creativa acaba por anegar los campos de la propia existencia. La sexualidad es una dimensión de la persona relacionada con el amor y la procreación y, por tanto, sus consecuencias son serias. Los medios anticonceptivos parecen la solución rápida, para eludir las consecuencias del ejercicio de la sexualidad. Pero estas prácticas pueden trivializar la sexualidad convirtiéndola en una especie de droga que despersonaliza. Además, fomentan hábitos y conductas que pueden dar lugar a embarazos no deseados que desgraciadamente acaban por aumentar las prácticas abortivas.
         
La vida humana es un valor incondicionado, cuya vida solo cabe cuidar y respetar. El derecho a la vida es anterior a toda decisión. Ni los padres ni el Estado tienen derecho sobre una vida humana. Velar por la vida de los no nacidos es también velar por la causa de la dignidad humana y por el respeto entre los hombres. Si unos padres pueden legalmente eliminar al hijo que lleva en sus entrañas, las relaciones de solidaridad con los demás miembros de la sociedad se ven afectadas.

No es fácil aceptar la vida; los que somos adultos lo sabemos. Hemos tenido épocas felices y entrañables, pero hay otras temporadas, en ocasiones muy largas, que son duras, difíciles, desabridas. Hay circunstancias en las que tan sólo parece que basta con sobrevivir. Otras veces no se trata de una enfermedad o de una crisis, sino del tedio, de tantos días que parecen iguales, uniformes, pesados, descorazonados.

Sin embargo, la inmensa mayoría de las personas queremos hacer de nuestra vida algo interesante, grande, bueno, que sirva de ayuda a los demás. Sólo se vive una vez. Si queremos ser fecundos y dejar referencia, tenemos que aceptar la vida con sus problemas: luchar por sacar adelante un matrimonio difícil, quizás aguantar –al menos durante una temporada- una difícil situación profesional por el bien de nuestra familia, o aceptar un embarazo no deseado.
  
          Por otra parte, quien haya abortado puede saber que su mal tiene cura y que en la vida nos abraza la esperanza cuando la buscamos sinceramente. Siempre hay tiempo de reparar.

          Cuando la ley dice que el aborto voluntario es un delito no va contra la mujer; su sociedad, su mundo la está diciendo: protege tu dignidad, respeta la naturaleza, acepta la vida nueva que llega como te aceptaron a ti. Cuando toda una orquesta mundial grita a coro, en algunos casos con fortísimos intereses económicos, que abortar es un derecho de la mujer no dice la verdad porque lo que va a nacer –no hay más ciego que el que no quiere ver- es un niño. En la mano de cada embarazada está ser ejemplo de fruto. Si elige la vida no se arrepentirá: elige ser mujer, ser madre, dar vida, dar felicidad y poseerla hasta lo hondo del corazón en cuanto ve a su hijo.



Salud reproductiva e ideología de género


Los límites pueden ser vistos, a veces con acierto, como injustos pesos para la libertad. Pero los límites suponen precisamente, en muchas otras ocasiones, las condiciones de posibilidad de nuestra libertad personal. Hasta tal punto es importante este tema que el respeto o la trasgresión de los límites es una de las cuestiones humanas más decisivas. Los límites impuestos por ideologías totalitarias y sistemas injustos son radicalmente despreciables, como nos ha enseñado el duro siglo XX. Pero ahora se pretenden franquear los límites de la propia naturaleza. El llamado progresismo se caracteriza, entre otras cosas, por el desafío a los límites naturales. Quisiera destacar dos cuestiones directamente relacionadas con esta problemática: la salud reproductiva y la ideología de género.
           
La salud reproductiva es un término que poco tiene que ver con una reproducción saludable. Se trata más bien de desvincular, de una vez por todas, la sexualidad de la reproducción: tener relaciones sexuales sin riesgo de tener hijos, siempre que así se deseé, ni enfermedades. Para esto se fomentan las medidas antinatalistas: anticonceptivas y abortivas. Se trata de desvincular dos aspectos unidos por la naturaleza porque no hay ningún motivo para respetar la naturaleza. Lo paradójico de esta cuestión es que el hombre se reduce a sí mismo a naturaleza biológica sofisticada, al no reconocer nada por encima de la naturaleza. El problema de fondo que surge es que si no respeta a su naturaleza, no tendrá por qué respetarse a sí mismo. Por este motivo, es más sencillo promover el desarrollo de los pobres reduciendo su natalidad, que invirtiendo dinero y esfuerzos en poner en marcha su educación y economía.

            La ideología de género supone la libre elección del propio sexo al margen del que se tenga por naturaleza. Se considera un amor maduro al que existe entre homosexuales o transexuales; tan maduro como desvinculado de la tutela de la naturaleza; esa antañona y antipática madrastra. No deja de ser curioso que todo género viene de una generación, y que toda generación proviene necesariamente de un elemento masculino y de otro femenino. De este modo la ideología de género es la de un género que no genera, que es estéril, infecundo. El amor, así entendido, no es fructífero, no se encarna; el amor es ahora afecto y deseo. Este deseo es consciente de su falta de herencia propia, de surco, de estela; por eso, en el fondo, es un amor a la desesperada, algo que no puede dejar con paz al corazón.

Los límites de la naturaleza no son siempre saludables, como podemos observar en las enfermedades heredadas. La naturaleza no es perfecta, como pone de manifiesto cualquier catástrofe geológica. De esas calamidades no tenemos culpa y nos sentimos urgidos a remediarlas en la medida de nuestras posibilidades. Sin embargo, lo que resulta equivocado a la vista de la historia es no verificar las deformaciones de nuestro exceso de ambición y de nuestra falta de ética. Romper los diques de nuestras leyes naturales de reproducción e identidad sexual puede parecer auténtico y progresista, pero es tan peligroso como romper los diques de los Países Bajos.

           Detrás de toda esta cuestión late el problema del respeto. Si la naturaleza humana no es digna de respeto; tampoco lo puede ser el hombre mismo en su íntegra biografía. Por este motivo, la humanidad tiende a restringirse a sus momentos de apogeo material y a no considerarse como una instancia incondicionada al margen de su calidad de vida: recuérdese el problema de los embriones humanos congelados, el hambre insuficientemente atendida de los países marginados, o el fomento de la eutanasia. Tras la defensa de la autonomía personal a ultranza hay un criterio insolidario con los más necesitados.

            Progresar no es dejar de ser hombres y mujeres. Progresar es partir de lo que somos, aceptarnos en nuestra naturaleza –no sin esfuerzo y lágrimas, porque tenemos defectos y carencias- para entrar en armonía con todo lo demás; y así poder contemplar con alegría de gratitud un cosmos cuajado de sentido, en ocasiones misterioso, donde ser feliz es algo posible para el espíritu humano.

  La filiación supone un enraizamiento insustituible en la vida para desarrollar la propia personalidad. Es cierto que existen matrimonios que no se llevan bien o que es mejor que un niño esté con una pareja de homosexuales que en la calle. Tan cierto como que la paternidad y la maternidad son una cosa muy distinta a una tutoría o una amistad. La filiación tiene sus raíces biológicas y espirituales en la complementariedad madre-padre. Pienso que las adopciones por parte de homosexuales suponen algo distinto a la filiación; no por mala voluntad sino por desnaturalización. Las adopciones hechas por un hombre y una mujer sí que pueden sustituir, por semejanza, a la paternidad biológica. Me parece que hacer una sociedad humana es ante todo construir un mundo de hombres y mujeres que se saben hijos.

En una sociedad democrática, a la que queremos, no podemos imponer a nadie un conjunto de valores; del mismo modo que no podemos tolerar, bajo ningún concepto, que se estén pisoteando los nuestros. Considero que conviene pararse a pensar y llegar a puntos de acuerdo sobre lo que la experiencia de miles de años nos dice a mujeres y a hombres de cualquier raza y creencia. Voy a abordar algunas cuestiones que están afectando nuclearmente a nuestros hijos y a nosotros mismos.

Una cosa es defender –como es lógico- que haya legítimas alternativas al matrimonio canónico y otra muy distinta es rebajar el matrimonio civil a un contrato rescindible unilateralmente, sin necesidad de alegar motivo, a los tres meses. El propio Nietzsche, un filósofo anticristiano, definió al hombre como “el ser que es capaz de hacer promesas”. El planteamiento del matrimonio civil como la unión afectiva y transitoria de dos personas supone algo así como una desmembración de las paredes celulares en un organismo, lo que no hace más que iniciar un proceso de decaimiento vital de la sociedad.

La ley que pretende igualar las uniones homosexuales a los matrimonios va más allá. Se equiparan injustamente dos realidades completamente distintas. La unión natural entre hombre y mujer, abierta a la posibilidad de los hijos, y la unión de personas del mismo sexo.

Alegar que negar el derecho a los homosexuales a contraer matrimonio es discriminatorio, es algo así como decir que es discriminatorio para una plaza de toros que no se pueda jugar partidos de fútbol en ella. Conviene también recordar que en España, por ejemplo, faltan por desarrollar  políticas familiares para un abrumador conjunto ciudadanos que se ven necesitados de ayuda; en un país que, sostenido por familias, no hace más que ignorar algunos de sus legítimos derechos.

Lo que realmente parece que se está queriendo atacar es a la familia en si misma porque se ve en ella una estructura opresora de la libertad y llena de aborrecibles hipotecas morales. Si se la respetara no se la pretendería igualar a cosas distintas a ella. Identificar la familia con las uniones homosexuales es similar a identificar puertas y ventanas: el mejor modo para suicidarse.

La filosofía de género menosprecia a la familia. Si devalúo la familia, la persona está mucho más inerme ante las directrices del estado, que no siempre son positivas como demuestra la historia.

Observamos una contradicción en la pasión por el género en la nueva ley de utilización de embriones humanos. Un embrión humano es, sin lugar a dudas, un individuo de la especie humana. Pero por amor al progreso del género se le niega su humanidad a los embriones -por cuyo estado hemos pasado todos- para utilizarlos como “estructuras biológicas” al servicio de la sociedad. Sobre las legislaciones que permiten la destrucción de embriones, el famoso pensador agnóstico Habermas  ha dicho que “afectan a nuestra auto-comprensión como especie”.

Ante este panorama, es de una seria responsabilidad reivindicar la cultura y la educación que queremos dar a los hijos, mediante asociaciones, esfuerzo e ingenio. Si nos desentendemos del problema no podremos después lamentarnos de ver a nuestras hijas e hijos  con serias dificultades –internas y externas- para  formar una familia; el último e inexpugnable baluarte contra las tiranías.